Les Vinyes de Muntaner: paella morena y tallarinas.
Para comenzar, debe reconocerse que premeditado, lo que viene siendo premeditado, no fue el caso de esta edición de esta serie de aventuras urbanas en busca de paellas de menú. Más bien al contrario.
Jueves, doce de la mañana. Los deberes sin hacer. Aún no habíamos tenido la decencia de escoger garito para ir a comer arrocete y encima disponíamos de limitación geográfica y temporal (cosas del directo). Podía haberse mascado la tragedia pero, sin embargo, hubo una llamada providencial de una de nuestras invitadas de excepción en este tipo de aventuras. Nos recomendaron ir a un restaurante interesante donde los haya, el Vinyes de Muntaner, en carrer Muntaner, nº 173. Qué coincidencia en el nombre, ¿verdad?
Local digno donde los haya, cuenta con un menú de 11,90 € que, por lo visto, ha bajado de precio, pues antes andaba sobre los 12,50 € (o eso es lo que hemos leído por ahí). Completita la cosa ya que, además del arrocete de primero, se podía contar con lindezas como el plato de chanquetes con huevo frito coronando un abundante montón. Espero que no duden que dimos buena cuenta de ellos, aunque lo pésimo de la calidad de la fotografía que no se ha subido al post lo impida acreditar. Botellaza de vino de la casa a la altura de las circunstancias y un buen postre. No hase falta desir nada más.
El caso es que sentarse ante el plato de arroz ya hubiese valido la pena fuese cual fuese el segundo (entiéndase siempre en condiciones de razonabilidad del segundo, nada más faltaba). Arrocete seco y moreno (oscuro resultaría peyorativo, pero vendría a ser lo mismo) con calamar, mejillones, gambita feliz y, como novedad respecto a las que ya hemos catado a lo largo de nuestra andadura, tallarinas. Sí, esos moluscos sabrosísimos que comería uno como si de pipas se tratase. Acompañaron con mucha clase a la paella y en abundancia. Para ser un poco equilibrados (pero sólo un poco) debe decirse que la emoción de la novedad nos hizo ignorar que las últimas cucharadas de arroz estaban menos calientes de lo esperado a causa de andar disfrutando con cariño y amor de las tallarinas.
Desde luego, la improvisación en el último minuto (y casi la prórroga) volvió a ser una magnífica aliada. En fútbol, cierto tipo de prensa lo llamaría épica. Nosotros rock’n’roll. Así, a secas. Que no es poco.
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