La Costa Brava. Ese territorio que vive entre lo delicioso del paisaje de la Costa Brava y la continua pérdida de crédito a la que la han sometido una serie de circunstancias que, de forma paralela a lo ocurrido con la paella como producto gastronómico, no va a ser fácil de recuperar.

Y si, en positivo, la Costa Brava es recuperable, lo es gracias a auténticos bastiones locales como el Terrassans de Blanes, la puerta de esta zona costera estimada, seguramente, por aquello de que el roce hace el cariño. Allí llegué gracias a la recomendación de Sergi, un excompañero de equipo del que se tiene la fortuna de ver, aunque sea con cuentagotas.

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Plaza del Emperador Carlos V, 8. Madrid

Otro de los deportes más tradicionales de la capital es la degustación del un bocata de calamares, ya sea en su modalidad con salsa o sin salsa. Para fanáticos de esta gratificante disciplina, uno de los lugares de obligada visita es el Brillante. Situado en una zona bien comunicada (por ser un núcleo de visita importante en la ciudad), la experiencia de muchos años sirviendo bocadillos como cosacos hace que este concurrido local se mantenga en la picota. Los que -dicen que- saben opinan que ya no es lo mismo que antes y demás parafernalia pero, como nunca se tuvo el placer de comprobarlo, hubo que conformarse con lo que se presenció. Y ello, desde luego, no fue en absoluto malo.

Como las calles cercanas ofrecen diversas actividades de entretenimiento, nunca está de más convertirse en turista en su propia tierra por medio de un combo paseo/museo-bocatacalamares. Y es que alimentar el momento guiri no siempre resulta un fracaso.

¡Que lo disfruten!

Entrada publicada en 365madrid.com con el título «¡Marchando un bocata calamares!»