Para cerrar la temporada arrocística 2012/2013, el pasado 25 de julio un grupo de aventurados hambrientos de arroz nos acercamos a perpetrar otra edición en un lugar con mucho método y rebosante de juventud. Las corrientes nos arrastraron hasta La Camarga, restaurante al que acude el establishment barcelonés a compartir mesa y hablar de sus cosas. Vamos, que nos iba como un guante. Somos gente con clase para lo que haga falta.

La Camarga dispone de un menú del día de 25€ en el que no siempre se incluye arroz paellero de jueves pero, tratándose de un día especial este del cierre del año, amablemente nos cambiaron el segundo plato por uno del arròs Parellada del que disponen a diario en la carta. Si es que estamos hechos unos señoritos, no les quepa duda.

Tras extrañarnos de no ver a algún famoso en la sala en pos del logro de otro carmargagate, y ser muy elegantemente acompañados a nuestra señorial mesa (el local es de aúpa), tomamos posiciones en ella. Esta vez tocaba disfrutar del arroz como segundo plato, de manera que cayó un primero de gazpacho de la casa que -dicho sea de paso- para lo reticente que es uno a tomarlo fuera de casa, superó las espectativas.

Y llegó el arroz. De primeras debe decirse que el tamaño del plato y el grano de arroz (así como durete) nos echó un poco hacia atrás, habida cuenta de episodios anteriores. Pero a medida que pasó el tiempo, la cosa mejoró y en mucho. Ni la ración era tan pequeña (tampoco para morir empachado) y, por su lado, el arroz acabó de reposar y cocerse allí mismo. El resultado: un buen ágape envuelto de mucho cachondeo entre los estimadísimos comensales asistentes.

Dígaselo con flores, caballero. ¡Salud!