L’Espinaler de Vilassar
Es posible que esta entrada pueda estar de más por ser ampliamente conocido el lugar del que trata. Pero en la medida de que sirva, aunque sólo sea a algún despistado, para dar a conocer esta institución vermutil, ya vale la pena.
A lo largo de nuestra existencia, quien más quien menos se ha topado, en el momento del aperitivo o vermut, con una salsa que acompaña a los berberechos, a las olivas, a las anchoas o incluso a las patatas fritas (las conocidas como «de bolsa», se entiende). De color rojo pimentón y con un sabor tan característico como único, la salsa Espinaler ha estado, está y -espero- estará presente en las mesas, de bar o de casa, en las que compartimos buenos momentos junto a los nuestros.
Pero, ¿de dónde proviene la salsa espinaler? Pues ni más ni menos que de la Taverna que lleva su nombre, en honor al avi Espinaler, Joan Tapias.
Fundada en 1896 en el Camí Ral de Vilassar de Mar por Miquel Riera, la taberna original de este fenómeno del vermut, como tantas de la época, servía clásicos como la barreja o el vasito de vino para animar la temprana jornada laboral de pescadores y cualesquiera otros obreros de la zona. Ya en los años 40, siguiendo la evolución de este tipo de locales, gracias al recordado Tapias, l’Espinaler le dio una vuelta de tuerca a su filosofía para pasar a convertirse en una bodega tal y como la conocemos hoy: con su vermut y sus conservas, cuyo abanico se ha ido ampliando y extendiendo como si de la bomba picante de la Cova Fumada se tratase.
Y es por eso que, durante las muchas veces que se circula por la N-II a esa altura, la ocasión en que no se para a disfrutar de l’Espinaler es porque no está abierta. Vermut estupendo (con sifón servido en jarra aparte), conservas deliciosas (amor profundo y eterno por las anchoas y las sardinas en aceite) y, cómo no, la omnipresente salsa de la casa. Y de cara al mar. No me digan que no es una escena digna de ser gratamente recordada.
Circulen, circulen, pero párense a descansar convenientemente. En Vilassar la parada y fonda cobra mucho de su sentido.
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