Las normas están, en muchos casos, para romperlas. Y eso es lo que ocurre con esta edición de esta querida sección paellística. Excepciones que confirman -o más bien redondean- la regla.

Y lo anómalo de esta edición es que, estando de selebreishon, no pudimos esperar al Jueves a ir a por una ración de arrocete y nos adelantamos un día, caprichosos de nosotros. La otra excepción es que, como nos dio por darnos un homenaje en el restaurante La Perla (Passeig de l’Exposició, 62), una maravilla de local, de atención y de comercio&bebercio. Nivelaco.

Y eso supone que no sea un bendito menú con arrozaco, por lo que nos fuimos un poco del presupuesto habitual. Pero, qué narices, era homenaje premeditado y alevoso donde los haya. No se crean, las raciones son heavy metal. A tope.

En el lugar hay una carta de arroces de auténtica locura, secos y caldosos (y hasta con espardenyes!), por lo que decidir no fue fácil. El capricho del que os escribe, permitió al subcomandante Marcos doblegarse, por lo que se pidió un arroz con aderezo de auténtico vicio: GA-LE-RAS. Disculpen ustedes el uso de mayúsculas. El primer paso es reconocerlo, hay auténtica devoción por ellas. Seguramente desde que, volviendo de un viaje a Napoles en que las vi recién salidas del mar en un bonito mercado, figuraban en la carta de la Barceloneta custodiada por Bob Esponja. Can Ganassa, en la Plaça de la Barceloneta (la de la Iglesia, vamos).

Volviendo a lo que toca, un arroz para dos del que podían haber comido cuatro. Rico rico rico. Azafrán, galeras, navajas, mejis. Es bien calidad. Todo al punto, servido con cariño y humor; y precedido por una ración de mojama en aceitazo que, aún a riesgo de ser atrevido, se podría decir que es la mejor que se ha probado. Lo que tampoco quiere decir nada pero, si sirve de algo, ya estará bien.

Otra carretera tomada, pero alegremente disfrutada. Segundo asalto al Poble-sex de gran sabor de boca. Un buen favor que hacerse cuando haya motivo. Y sin él.

Salud!